Un gallego llamado García abre una ferretería a sólo dos manzanas del Vaticano, en Roma. Como publicidad, fuera de su establecimiento, el gallego cuelga un enorme crucifijo.
Bajo la figura de Jesús, clavado en la cruz, el galaico pone un cartel luminoso que dice: "CLAVOS GARCÍA, 2000 AÑOS DE GARANTÍA".
El escándalo fue mayúsculo. El Monseñor Fanfanni, editor del Osservatore Romano, va personalmente a conversar con el hijo de Galicia. De la forma más fina posible, el Padre Fanfanni le explica al gallego que no se puede usar este tipo de publicidad... ¡y mucho menos, en Roma!.
El gallego, como hombre razonable que es, modifica su anuncio, reemplazando la figura del Cristo crucificado con otro. Esta vez, Jesús tiene solo una mano clavada, la otra está suelta, saludando al público. Debajo de la cruz hay un nuevo cartel luminoso que dice: "ADIVINEN EN QUÉ MANO SE USÓ UN CLAVO GARCÍA".
El escándalo ahora llega hasta Castelgandolfo. El Papa Juan Pablo, horrorizado, va en su papamóvil hasta la tienda del ferretero. El Santo Padre, con sus trémulas manos, le clama al gallego: "Hijo mío, no puedes usar a la figura de Nuestro Señor como efigie de tus anuncios comerciales... por favor, inventa otra cosa".
El siempre creativo gallego coloca una cruz vacía, fuera de su tienda, y debajo de ella hay un nuevo cartel luminoso: "SI LOS CLAVOS FUERAN GARCÍA... ¡NI DIOS SE ESCAPARÍA!".